IV Domingo de Pascua
EL BUEN PASTOR | Jn 10, 1-18.27-30
Aunque para muchos el oficio de pastor no sea muy conocido, en el contexto de Jesús era un oficio común. La misión del pastor es la de preservar a las ovejas de peligros, pero como en todos los oficios, hay pastores buenos y pastores malos. Cuando algún pastor debía ausentarse, debía encomendar el rebaño a otro, a un asalariado que cobraría por cuidarlas, pero que, seguramente si también tenía que cuidar otras ovejas, pondría más atención en el cuidado de las propias ovejas que en las ajenas.
Había pues, pastores que no eran buenos, aquellos que velaban por sus intereses y que no estaban dispuestos a correr riesgos por el rebaño de otros. Por eso, Jesús no dice que es simplemente pastor, sino el buen pastor. Aquel a quien las ovejas reconocen al oír su voz y le siguen, pues se fían de él, saben que les llevará por buen camino, que las llevará un lugar donde puedan alimentarse y descansar sin ser expuestas a la amenaza de lobos o fieras salvajes.
Desafortunadamente, en el cristianismo hay malos pastores, aquellos que se aprovechan de su posición y de la confianza de la gente para sacar beneficio personal. Hay para quienes el cuidado de las ovejas es solo un oficio que cumple insuficientemente en su vida, algo que hace, pero que está separado de sus verdaderas aspiraciones, de lo que realmente es. El que obra así, no es mas que un asalariado, capaz de contemporizar, olvidando que la misión no se realiza por las funciones que cumpla, por el testimonio que pueda dar a las personas que el Señor le ha confiado y que se fían de su criterio y orientación. El que obra así, dice el Señor, no es mas que un bandido y un ladrón.
Cuando un cristiano que lidera un grupo o comunidad pierde la perspectiva de servicio y de compromiso con las personas a las que se debe, deja de entenderse así mismo como un hermano y como un miembro más de la comunidad, comienza a verse como un señor, como un dueño con atribuciones especiales a quien otros deben servir, y olvida que el pastor no está puesto para que las ovejas le sirvan, sino para servirlas, para defenderlas, aunque con ello tenga que arriesgar la propia vida.
Es sin duda desalentador cuando algunos, para preservar su vida o su reputación, huyen ante la persecución o la prueba y dejan así expuestas a las ovejas.
Otro tema es el de los pastores que son selectivos con sus ovejas… aquellos para quienes las ovejas encomendadas no son aptas o dignas para estar en su rebaño… aquellos que se sienten mejores que otros poniendo algunas ovejas al margen o dejándoles saber que no pertenecen al grupo. ¿No se dan cuenta que al apartarlas las exponen a que venga el lobo y acabe con ellas? Recordemos que para Jesús, independientemente de la condición en la que estén, lo importante son las ovejas, sean de su redil o no… ellas son su misión y ha dado su vida por ellas.
Afortunadamente, no todos los pastores son así. Aunque hagan menos ruido (porque el bien no es jactancioso), hay quienes tienen, como dice el papa Francisco, olor de oveja. Pastores que no solo hacen cosas de pastor, sino que SON autenticos pastores. Son los que no tienen horario de oficina para atender a los necesitados, pues, en todo momento, en su modo de relacionarse y de estar presentes, trabajan por el reino. Son esos que visitan a la gente a sus casas, que además de atender reuniones y dirigir encuentros gastan tiempo en escuchar y compartir (sobre todo con los mas pobres). Son los que conocen a las personas que se han puesto bajo su cuidado, que se identifican con sus sufrimientos, que se solidarizan en medio de sus adversidades y tratan de llevar una vida consecuente y edificante junto a ellos. Así, su testimonio, lejos de resultar escandaloso, es el reflejo de Cristo, son luz y sal. Esos son los verdaderos pastores, sean éstos obispos, presbíteros, diáconos, catequistas, líderes de grupo, agentes de pastoral, maestros, padres, madres de familia, parientes, amigos o vecinos.
Pidamos pues, al Señor que, siendo consecuentes con la vocación cristiana, haya muchos y santos pastores en la Iglesia, que a imitación de Cristo, sean capaces de dar la vida por sus ovejas y velen por su cuidado, anteponiendo el bien del rebaño a sus propios intereses. Que pongan sus ojos en Él, Buen Pastor, para que, conociéndolo, lo amen y le sigan honesta y generosamente. Que todos los que aspiran a ministerios de liderazgo en las comunidades cristianas purifiquen sus motivaciones; tengan presente que, si su motivación es la de recibir un “salario”, recibir una formación, recibir un techo, un templo, una oficina, una reputación… no serán mas que bandidos y ladrones ante los ojos del Señor, que se aprovechan de un rebaño que no les pertenece y del cual deberán dar cuenta ante Dios en el momento oportuno.
EL BUEN PASTOR
Música y letra: Javier Brú
El que no entra por la puerta no es pastor
salta la cerca el bandido o el ladrón;
Las ovejas en su aprisco
solo atienden a la voz de su pastor.
Del extraño las ovejas huirán;
el pastor por nombre a todas llamará
y afuera él irá delante
y su voz escucharán y seguirán.
Y yo soy quien da la vida por salvar a sus ovejas
al hablar me reconocen y yo las conozco a ellas
porque yo soy su pastor, el buen pastor.
Y nadie nunca podrá arrebatarlas de mi mano
yo soy uno con el Padre y él me las ha encomendado
porque yo soy su pastor, el buen pastor.
Todo el que antes a ellas vino fue un ladrón
que tan solo su salario le importó
llegó el lobo haciendo estragos
y el bandido a mi rebaño abandonó.
Yo mi vida en cambio por ellas la doy
soy su puerta a verdes prados donde voy
y por eso ellas me siguen
porque vida en abundancia les vine a dar.
Tengo ovejas que no son de este redil
pero al escuchar mi voz querrán venir
formando un solo rebaño
con un único pastor a quien seguir
Y mi vida yo la entrego en libertad
sólo así yo la podré recuperar
Así el Padre lo ha querido
para que la eternidad les pueda dar.