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Solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo

PAN Y VINO...


“Pan y Vino” es la primera canción que compuse para la comunidad de St. Dominic, en Miami, hace aproximadamente cinco años, una comunidad mayoritariamente cubana, de ahí el ritmo más caribeño... después de ella, vino “Aleluya” y a partir de ahí comencé a musicalizar los episodios evangélicos de cada domingo, comenzando por “El Juez y la Viuda” (para el XXIX Domingo del Tiempo Ordinario Cilco C). No es extraño que el Señor me haya movido a empezar con una canción dedicada a su presencia sacramental en la Eucaristía, pues, como dice el Vaticano II, la Eucaristía es "fuente y culmen de toda la vida cristiana" (LG 11)


Desde sus inicios, la Iglesia se ha reunido en torno a la Fracción del Pan para actualizar la presencia del Señor en medio de ella. No somos comunidades independientes, somos comunidades que seguimos a Jesucristo y necesitamos reunirnos en torno a Él, necesitamos hacer memoria de su Palabra, de sus acciones, de sus gestos y signos.


En el tiempo de Jesús, sentarse a comer con alguien era señal de una vinculación especial con esa persona. Compartir el pan era algo propio de los amigos, de los familiares. De ahí tanta controversia en torno a las comidas que Jesús compartía con pecadores públicos (Mc 2,16; Mt 9,10). Compartir la comida, por decirlo de alguna manera, era compartir el mismo proyecto de vida, los mismos intereses, los mismo sueños. Pero además de esto, Jesús encomendó a los suyos compartir el pan en una cena muy especial: la Cena de Pascua.


Para el judaísmo, la Pascua es un símbolo de unión muy especial… es el momento de recordar la liberación del pueblo de Israel de la esclavitud de los egipcios. Jesús toma ese símbolo tan importante de la tradición de su pueblo y le da un nuevo significado. A partir de esa cena, su persona que será entregada, será la Nueva Alianza, el nuevo pacto de Dios con su pueblo, que no admitirá mas sacrificios ni más muertes como mediación. La Nueva Alianza será comer el pan y beber el vino cuando ya Él no esté, recordando así su entrega total hasta la muerte. “Éste es mi cuerpo, esta es mi sangre”, decía… (Mt 26,26). Es él mismo quien se hace presente en el Pan y en el Vino consagrados. Cuerpo que se refiere a su persona (en la cultura de Jesús hablar de cuerpo era hablar de la totalidad de una persona) y sangre que se refiere a su vida (en la cultura hebrea la vida estaba en la sangre, por eso no tener descendientes que llevaran la propia sangre era la peor desgracia). Cuando comemos el Pan y bebemos el Vino consagrados, nos reconocemos como amigos de Jesús, unos amigos que se comprometen a compartir su proyecto de vida, alimentarse de su persona a beber de su vida para seguir siendo testigos de su resurrección, para seguir anunciando que el reino de Dios se ha hecho presente en su persona.


Con el tiempo y por razones pastorales y prácticas, este compartir fraterno ha evolucionado en su expresión cultual, trayendo elementos nuevos a la Iglesia: La mesa y la casa doméstica pasaron a ser altar y templo (lugar sagrado). Luego, para llevar el Pan consagrado a los enfermos se empezó a guardar en un lugar apropiado (al cual llamamos hoy sagrario), lo cual fue una hermosa iniciativa que llegó a convertirse posteriormente en el culto posesional al Santísimo Sacramento. Pero como consecuencia de esta evolución cultual, los cristianos de hoy somos tentados a perder de vista el sentido originario del sacramento eucarístico como alimento y, por falta de la debida formación, muchos han perdido de vista la dimensión comunitaria y de compromiso social implícita en el sacramento para reducirlo a una devoción individual e intimista. Hay quienes hoy asisten a Misa con el único propósito de comulgar y olvidan que en la Eucaristía también se ofrece el pan de la Palabra y que, sobre todo, la Eucaristía es un momento privilegiado de encuentro con la comunidad que se reúne para presentar al Padre sus necesidades por la mediación de Jesucristo. Dejar de entender la Eucaristía en el marco de una cena fraterna, de una fiesta comunitaria y reducirla únicamente a su dimensión sacrificial (entendida como algo ajeno a las relaciones con las demás personas de la comunidad), es rememorar la Cena Judía sin entender el significado de la Pascua de Jesucristo.


Que la Cena del Señor, la máxima expresión celebrativa de la Iglesia, nos mueva a construir auténticas relaciones fraternas y a compartir y a soñar en el mismo querer de Jesús: la construcción del reino. Que comer su Cuerpo y beber su Sangre sea causa de salvación y no de condenación a causa de permitir entre nosotros relaciones de injusticia, irrespeto o marginación (1 Cor 11,29). Que nos acerquemos a Jesús sacramentado sabiendo que ni el mas santo entre nosotros es digno de recibirlo a causa de sus virtudes (que no es por dignidad que nos acercamos a Él), sino por misericordia suya. Es él quien nos limpia, quien nos invita a recibirlo aún sabiendo que somos pecadores.


Que las actitudes externas al comulgar, siendo en mayor o menor medida siempre reverentes, sean expresión acorde a nuestras convicciones más profundas, sin estridencias, sin imposiciones que falten a la caridad. Que en definitiva, al comer su Cuerpo y beber su Sangre, tomemos conciencia de que es el mismo Cristo resucitado en persona quien viene a nuestra vida para transformarnos desde dentro, dándonos ejemplo, dándose como alimento por nuestra salvación.


PAN Y VINO

Música y letra: Javier Brú

PAN Y VINO , PAN Y VINO, TÚ NOS INVITAS EN EL ALTAR

SON CUERPO Y SANGRE, MANJAR DIVINO,

ES TU PERSONA QUE SE NOS DA.

[Y ASÍ EN LA MESA REUNIDOS,

NOS DAS TU AMOR Y GRACIA AMIGO

PARA VIVIR EL DON FRATERNO DEL REINO DE DIOS.]

Tanto que pedir y no saber con qué empezar,

mas te miro a ti y mis angustias ya no están

y es que tú Señor, eres sentido, eres Verdad.

¡Cómo no ir a ti, si sólo tú la vida das!.

Cómo a ti llegar en medio de esta pequeñez;

míranos Señor, tenemos tanto por vencer.

Pero en ti confiamos y en ti esperamos Enmanuel.

¡Búscanos Pastor si nos llegamos a perder!

Darse como pan, como alimento a los demás,

ése es el camino que nos invitas a marchar.

Si al ver la cruz parece que todo ha acabado,

¡al partir tu Pan, nos muestras que has resucitado




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