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XIII Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo B

ÉL ES JESÚS DE NAZARETH | Mc 5, 21-43



     Hay experiencias en la vida que nos hacen  reajustar nuestro modo de proceder.  Muchas veces son las experiencias duras y dolorosas las que nos hacen repensar sobre las cosas o relaciones que realmente son valiosas y las que nos hacen reconocer que muchas veces nos hemos esforzado en conseguir y mantener otras con valor solo aparente. Cosas y relaciones que realmente no nos llenan o realizan. La contundencia del mensaje de Jesús radica en esto, en darnos la óptica correcta, en hacernos ver con claridad lo que realmente es importante para nosotros. Sólo así es posible  ordenar la propia vida y vivir realizados, según el querer de Dios.


   El evangelio de este XIII domingo del Tiempo Ordinario B nos presenta un relato con dos historias impresionantes: En primer lugar, Jairo, jefe de una sinagoga, tiene a su hija de 12 años enferma de gravedad. Probablemente, antes de acudir a Jesús, habría agotado todos sus recursos para sanar a su hija. Siendo jefe de la sinagoga, Jairo tenía claro que el acudir a Jesús tenía unas consecuencias de cara a su liderazgo en medio de la comunidad que dirigía. Muchos le darían la espalda, no obstante, ante la gravedad de su hija, reconoce que ella vale mas que su “status quo” y acude a Jesús para suplicarle que vaya a su casa a imponer las manos a la niña. Así como Jairo, muchos de nosotros, ante una situación de peligro, ante un riego, sentimos como brotan nuestras emociones más auténticas y reordenamos rápidamente nuestros pensamientos, y sin mayores razonamientos, nos damos cuenta de lo que realmente valoramos…


    Jesús  va de camino a la casa de Jairo agolpado por mucha gente que tenía curiosidad de saber lo que haría el maestro en casa del jefe de la sinagoga.  De camino, en medio del tumulto, tiene lugar la segunda historia: Una mujer que también tiene 12 años, pero de enfermedad,  está entre le gente convencida de que con sólo tocar a Jesús quedará sana. La mujer logra tocar el manto de Jesús y él siente que una fuerza curativa sale de él. Aunque todos lo están apretando, él sabe que alguien ha recuperado la salud por medio suyo. 


    Leyendo el evangelio pienso cómo, a diferencia de lo que promueven algunas corrientes espiritualistas,  es Jesucristo quien sana y no una especie de energía impersonalizada que anda por el ambiente esperando ser conectada por algún iluminado. Aunque es la fe de la mujer quien lo consigue, la fuerza sanadora brota de la persona de Jesús.  Pienso en cómo esa mujer consiguió ser sanada al “tocar” el manto de Jesús; para nosotros los cristianos,  la mediación de los sentidos en nuestra experiencia de fe es algo fundamental. La riqueza que tiene la experiencia simbólica y la vida sacramental es un don invaluable que el Señor ha dejado a la Iglesia. Sin caer en idolatrías, es indiscutible que Dios se vale de mediaciones sensibles (la palabra, los símbolos, el agua, el pan y el vino, el incienso, la música y tantas expresiones artísticas y culturales) para que su gracia sea eficaz. Pienso en cómo la fe de esa pobre mujer fue capaz de romper la planificación del mismo Jesús, quien seguramente estaba con su atención puesta en la niña de Jairo… Nosotros sin embargo nos empeñamos en hacer pasar la acción y la gracia de Dios por formas, cronogramas, papeles, y normas que muchas veces alejan a la gente de Él.


    El relato sigue y antes de llegar a casa de Jairo le notifican que la niña ha muerto… Jesús, sabiendo la connotación que podría tener la reanimación de la niña, se adelanta solo con Pedro, Juan y Santiago. Entre los gritos de los dolientes, trata de disminuir lo espectacular, y dice “está dormida”… Para Dios no hay imposibles… Pienso entonces  en el valor de ver la realidad con otros ojos, de verla de otra manera, con esperanza, con confianza en Dios…  Doce años de vida que iban a la muerte…  de camino, doce años de muerte traídos a la vida y Jesús en medio… Contemplo la escena y me preguntó: ¿Dónde estoy en este relato?  ¿Estoy, como Jairo, buscando a quien pueda salvar a quien más amo? ¿Estoy  como la niña “dormido”, a las puertas de una vida que recién empieza a la espera del Señor? ¿ estoy enfermo, pero confiado en que el Señor puede sanarme con solo tocar su manto?  Mientras, tanto repito en mi interior… “Sé que puedes sanarme Señor… ¡Creo que puedes!”


    Te invito a pedirle al Señor que nos llame a la vida, que nos llame a la salud, pero, sobre todo, que nos llame a ser seguidores suyos ya llevar  vida y esperanza en medio del sufrimiento de la gente.




ÉL ES JESÚS DE NAZARETH

Música y letra: Javier Brú

De nuevo el lago atravesó en la barca hasta la otra orilla

allí con muchos se quedó y un hombre suplicaba de rodillas

Jefe de la sinagoga y de nombre Jairo pedía:

Muriendo  está  mi niña, imponle por piedad tus manos y  haz que viva”.

Y hacia su casa fue el Señor y mucha gente lo siguió.

Es el mesías de Nazareth

que hace prodigios si  crees  en  él

Él va  sanando y haciendo el bien.

Sigue sus pasos, confía en él.

todo el que sufre irá hacia él

salud y vida  viene  a traer

Él es Jesús de Nazareth.

En el camino una mujer el manto de Jesús tocó

Estaba enferma y entre tantos el Señor sintió que alguien sanaba

¿Quién  me ha tocado?”  Él  preguntó  y  ella  a  sus pies lo confesó

Tu fe te ha dado la salud ya vete en paz”  Jesús le contestaba

Y la mujer sana marchó y su camino él prosiguió.

Casi llegando dijeron a Jairo: “Tu niña murió

pero el Señor fue hasta a su casa  solo con  Pedro, Juan  y  Santiago

y entre los llantos y los gritos dijo “Ella durmiendo está

luego a la niña le mandó: “Talitha  kum” y ella se levantaba.

Y él dijo “Denle de comer.  nadie más debe esto saber




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